Los conceptos de la cultura y la diplomacia son conocidos y fáciles de comprender. Sin embargo, la amalgama de ambas palabras, origina un término que, como tal, es relativamente nuevo, pero que se ha practicado desde tiempos inmemorables: la diplomacia cultural.
Por definición, la diplomacia cultural “el curso de acciones basadas en el intercambio de ideas, valores, tradiciones, aspectos culturales o de identidad para fortalecer relaciones entre países, mejorar la cooperación sociocultural y promover los intereses nacionales.”
Como fue apuntado previamente, la diplomacia cultural ha existido y ha sido puesta en práctica por siglos, por lo que, aunque el término resulte contemporáneo, existe evidencia de su ejercicio en múltiples escenarios históricos. Comerciantes, maestros, exploradores, religiosos y artistas pueden ser considerados como embajadores informales, dando así origen a los «diplomáticos culturales».
En efecto, cualquier individuo que haya interactuado o interactúe con una o más culturas, construya un vínculo a través del intercambio cultural utilizando el arte, los deportes, la literatura, la gastronomía, la música, la ciencia, los negocios y la economía, está haciendo uso efectivo de la diplomacia cultural.
La implementación de la diplomacia cultural incluye una inmensa variedad de métodos utilizados a través de la historia por individuos, comunidades, estados o actores institucionales. Estos métodos van desde el intercambio de programas culturales, competiciones deportivas y regalos entre monarcas, hasta los préstamos de osos pandas dados por los gobiernos de China, desde inicios de 1950, a zoológicos en países como Australia, Canadá y Francia para lograr convenios entre los mismos; estrategia conocida como “Panda Diplomacy”. Estos ejemplos son excepcionalmente capaces de afectar cultural y religiosamente, promoviendo así la comprensión y reconciliación entre las partes.
Actualmente, vivimos en un mundo interdependiente y cada vez más globalizado, en el cual la proliferación de mensajes a través de medios de comunicación y de la tecnología, hacen posible que podamos establecer una constante interacción. La diplomacia cultural es una herramienta eficaz y vital al momento de fomentar paz y estabilidad alrededor del planeta. Al ser estudiada e implementada, la diplomacia cultural posee una habilidad de influencia importante sobre la opinión pública global, y sobre ideologías practicadas por individuos, comunidades, naciones o culturas.
Para poder ser implementada de manera total y efectiva, la diplomacia cultural cuenta con cinco principios fundamentales que deben ser puestos en práctica, a saber:
• Respeto y reconocimiento de la diversidad y herencia cultural.
• Diálogo intercultural global.
• Justicia, igualdad e interdependencia.
• Protección de los Derechos Humanos.
• Paz mundial y estabilidad.
A lo largo de nuestra historia, dos tipos de enfoques han sido utilizados al momento de establecer, conducir y mantener relaciones regionales e internacionales, el “Hard Power” y el “Soft Power.”
El llamado Hard Power, puede ser definido como el método de “conquista o coacción a través del poder militar o presión económica.” Por su parte y totalmente opuesto, el Soft Power es catalogado como “la habilidad de persuadir a través de la cultura, valores e ideas.”
Esta similitud de conceptos entre el Soft Power y la diplomacia cultural puede crear confusión al momento de su estudio y entendimiento, por lo que es importante comprender que el Soft Power y todas sus características, son elementos fundamentales de la diplomacia cultural
Asimismo, el Hard Power ha sido usualmente utilizado por gobiernos de todo el mundo a la hora de conducir sus relaciones regionales e internacionales, pero el actual crecimiento de un mundo interconectado, nos ha llevado a la necesidad de una cooperación mundial en niveles nunca antes imaginados, dejando los métodos de intimidación en el pasado.
Es por eso que el rol del Soft Power, como forma de la diplomacia cultural, se ha convertido en un instrumento tan valioso y significativo, dejando en evidencia que la diplomacia cultural no puede ni debe ser catalogada como secundaria dentro de la diplomacia política y económica, sino que funciona como un componente necesario e intrínseco en el arte del quehacer diplomático.
Basados en el “Soft Power 30 2019”, ranking global de Soft Power realizado anualmente por el Centro de Diplomacia Pública de la Universidad del Sur de California, que incluye datos objetivos de características del Soft Power tales como cultura, educación, compromiso, gobierno, sector digital y empresarial, es notorio el poderío de los países europeos sobre el resto del mundo.
El top 5 del ranking es liderado por Francia, seguido por el Reino Unido, Alemania, Suecia y los Estados Unidos. Francia ha sabido mantenerse en el primer puesto a pesar de tener un año tormentoso, repleto de protestas por el aumento del combustible y el alto costo de la vida, llevadas a cabo en su mayoría por los llamados “chalecos amarillos”.
Sin embargo, el gobierno del Presidente Macron ha utilizado plataformas tales como la 45 edición de la cumbre del G7 en 2019, realizada en Biarritz, Francia; y el despliegue de la mayor cantidad de misiones diplomáticas culturales nunca antes vistas, a través de la Alliance Française, llevando así su cultura a los rincones más recónditos del globo.
Por su parte, Alemania ha descendido en el ranking debido a la pérdida del inexpugnable poder político que poseía la Canciller Angela Merkel en los últimos años en el escenario europeo y mundial. La actuación del sector público, la responsabilidad del gobierno y el alto crecimiento del desarrollo humano, son algunas de las virtudes que han permitido mantenerse en lo más alto del ranking.
Desde el ascenso al poder del Presidente Trump, el Soft Power norteamericano ha descendido notoriamente, ante la constante imposición de aranceles comerciales y sanciones económicas a distintos países del mundo como herramientas de Hard Power. A su vez, Estados Unidos continúa en una posición de poder dentro del escenario mundial debido a la tradición y excelsa práctica del Soft Power a lo largo de las últimas décadas, y a través de la propagación de su cultura, valores y tradiciones en medios digitales a nivel mundial.
De igual modo, es importante destacar que el Soft Power y la diplomacia cultural no son ajenas al sector privado, en la actualidad, los negocios se mueven hacia prácticas socialmente responsables, buscando así la compresión y adaptación a distintas culturas, sociedades y valores con el fin de crear vínculos que beneficiarán a ambas partes, consumidores y corporaciones.
La diplomacia cultural ha formado parte de nuestra historia, sigue vigente en nuestros días y continuará siendo ejercitada de cara al futuro. He ahí su importancia, el saber valorarla y utilizarla como el método más idóneo para crear vínculos individuales y colectivos, conocer y respetar nuevas costumbres, culturas y prácticas, buscando así su fin último, que es también la aspiración de todos, la armonía mundial.