Hiperinflación y contracción económica antes del COVID19, ¿Y ahora qué para Venezuela?

El último informe de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional actualiza la información de la inflación hasta el mes de febrero, e informa la variación de la actividad económica al cierre de 2019.
Las últimas cifras presentadas por la comisión del parlamento muestran una desaceleración de la inflación durante el mes de febrero luego de que enero marcara un máximo en la variación del Índice de Precios al Consumidor de la Asamblea Nacional (IPCAN) en un año.
El IPCAN evidenció una incremento de 22,4% en el último mes, en contraste con el 65,4% presentado en el mes de enero (Gráfico 1). Es oportuno aclarar que este escenario no implica que Venezuela haya salido del ciclo hiperinflacionario iniciado en noviembre de 2017, dado que de acuerdo a la definición de 1956 del profesor de Columbia, Phillip Cagan, deben pasar doce meses con tasas de inflación mensuales por debajo del 50% para considerar que se ha salido de la hiperinflación. De esta forma, la cifra anunciada en enero por la Asamblea Nacional reiniciaría la cuenta regresiva para terminar el ciclo hiperinflacionario al menos por un año más.

La razón de las altas cifras de inflación en los reportes de los dos últimos años en el mes de enero se debe al efecto rezagado de la ejecución de gastos por parte del Ejecutivo en los últimos días de diciembre con los “bonos en petros” a pensionados, que aumentaron los niveles de consumo en las primeras semanas, que además presionaron fuertemente al alza a un mercado cambiario escaso de divisas que ofertar con el año recién iniciado. Cómo se evidencia en la Gráfica 1, la alta correlación entre el tipo de cambio y la inflación se mantiene, mostrando comportamientos similares.
Respecto al tipo de cambio, su estabilización obedece fundamentalmente al limitado acceso al crédito y la mayor rigurosidad monetaria, aunque cada vez empieza a influir como factor más importante la mayor migración de la economía al dólar como unidad de cuenta y valor (también dada por la pérdida de influencia del gasto público estatal y el mayor peso que ha adquirido el sector privado), lo que disminuye los excedentes de bolívares en la economía y reduce el mercado cambiario, un efecto que podría incrementarse en 2020.

Impacto en el poder adquisitivo

Por otra parte, el impacto de la inflación combinado con la tendencia bajista en el tipo de cambio, vuelve a generar un incremento en términos reales de la canasta alimentaria básica cuantificada en dólares (USD). En febrero, la tasa de inflación en todos los rubros, salvo telecomunicaciones, promedió un 18,4%. En el sector telecomunicaciones, sin embargo, la tasa de aumento mensual alcanzó el 511,1%, ajustando al alza el índice general, aunque de forma moderada al no ser de los rubros con mayor peso.
A pesar de la mayor estabilidad en la mayoría de los rubros, la cesta alimentaria familiar tasada en USD alcanzó un máximo no observado desde un año atrás. El monto de Bs 18.382.068 dividido entre el tipo de cambio promedio de febrero, estimado en 72.200 bs/USD, establece una cifra de 255 USD para la canasta básica alimentaria (Gráfico 2).
Esta cifra, de acuerdo a la información de la Comisión de Finanzas, resulta solo alcanzable por el 2,45% de la población, una caída significativa para un indicador que en noviembre mostraba que 5,27% del país accedía a los alimentos familiares básicos (Gráfico 2). En cualquier caso, ambos datos evidencian la baja capacidad de compra del venezolano promedio en una Venezuela con dos sociedades diametralmente opuestas: la que percibe altos ingresos en monedas extranjeras y aquella que percibe ingresos en moneda local o extranjera muy bajos.
Al final, el fenómeno del rezago del tipo de cambio respecto a la inflación, nos regresa a una apreciación del tipo de cambio real de la economía, un proceso vivido en distintas etapas desde que Venezuela entró en hiperinflación. El tipo de cambio real es definido como la relación entre los precios de la canasta de bienes nacionales y los precios de la canasta de bienes de nuestros socios comerciales ajustados por el tipo de cambio nominal de nuestra economía.

Respecto a la información sobre el crecimiento económico, los datos más recientes de la Comisión de Finanzas del parlamento indican que la contracción económica de 2019 fue de 39,6%, sumando el sexto año consecutivo de caída de la actividad económica, pero siendo esta la más pronunciada. A pesar de que en el último trimestre se observó una moderada recuperación de la actividad económica luego de la brutal caída del primero, la recuperación fue solo producto de la mayor facilidad en comercialización de bienes y servicios por la dolarización de facto y no por medidas económicas estructurales que realmente auparan a un crecimiento económico sostenible.

En el Gráfico 3, se observa la variación de la inflación interanual (acumulada del último año respecto al mes reportado) en contraste con una economía que se sigue contrayendo con los últimos datos de 2019. Una combinación que dilapida el poder adquisitivo de los ciudadanos.

¿Qué nos espera?

Para 2020, con el impacto de la pandemia del COVI19 como elemento inesperado, y la guerra de precios del petróleo que básicamente acaba con la principal fuente de ingresos del país, las perspectivas para Venezuela no mejorarán en medio de una grave recesión global.
Sin posibilidades de mitigar el fuerte impacto en la caída de la producción petrolera, el shock de ingresos del país será insólito con exportaciones promedio mensuales esperadas para cierre de año por debajo de los 500.000 bpd y un precio promedio del WTI en torno a los 30 USD por barril, a lo que deben incorporar los descuentos de entre 30-40% otorgados por la petrolera venezolana a quienes están dispuestos a comprarles a pesar de las sanciones estadounidenses. En este escenario, luce poco rentable la exportación de crudo para Venezuela.
Adicionalmente, los costos humanos y económicos que genere la pandemia por un lado, por las pérdidas humanas directas, y por otro, por los efectos colaterales de una cuarentena de duración indefinida, afectarán aún más a un sector productivo bastante reducido, como evidencian los números comentados antes.
La salida a esta crisis, sino existe ingreso de un importante financiamiento internacional encabezado por organismos multilaterales como el FMI o el BID, luce sumamente complicada y deja a la población en una situación extremadamente delicada.
En manos del régimen de Maduro hay poco opciones: retrasar las declaraciones de impuestos, eliminar provisoriamente el IVA y cualquier costo transaccional a la importación de bienes o traslado interno de los mismos, levantar las restricciones al crédito privado y elevar los subsidios directos, suenan como las medidas más idóneas. Sin embargo, resulta evidente que cualquier medida de aumento de subsidios o eliminación de impuestos ampliará aún más la brecha fiscal ya insostenible sino existe entrada de recursos externos por la vía de donaciones o financiamiento. De otra forma, las limitadas medidas que pueda lograr irán directamente a acelerar nuevamente la inflación.
En medio de este trágico escenario a Venezuela le espera otro año de fuerte contracción. La cifra, probablemente de dos dígitos, resulta por encima de los estimados a principios de año entorno al 10% anual, previo a la caída de precios petroleros y la inesperada pandemia por el coronavirus.

Economista (UCAB) concluyendo especialización en Finanzas en el IESA, consultor político, Profesor de la Universidad Católica Andrés Bello, Analista de mercados financieros para distintas firmas y Asesor de la Comisión de Finanzas de la AN.

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